miércoles, 7 de julio de 2010

No se salva ni siquiera ni la pelota

Artículo publicado hoy en el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario


Al Grupo Clarín y a sus cuadros operativos se les salió la cadena; o se les escapó la tortuga. El sábado pasado, cuando millones de argentinos se la ingeniaban para soportar la angustia de ya no ser, los responsables de la página electrónica del diario (Clarín, de él hablamos) marcaban presencia; adelantaban la línea editorial a seguir tras la eliminación de nuestra Selección frente a Alemania: utilizaron la palabra “humillación”. Minutos después, los muchachos de TyC, amagaron con picar por el mismo lateral, pero el Twitter, el Facebook y los correos electrónicos de sus televidentes se transformaron en señales de alarma: los mismos usuarios de esos medios tiraron línea de cuatro en el fondo porque seguro adivinaron las intenciones, o porque primó el alma, o porque sí, porque los argentinos y las argentinas, maravillosamente, somos así.

Los amagues antimaradonianos ganaron en prudencia, escucharon las voces de la tribuna: había que tener la pelota, hacer tiempo. Veinticuatro horas después, la vida les daría la razón; fue muy oportuno tener cuidado porque el contragolpe resultó sorpresivo y eficaz. Pero ya volveremos a este punto.

Nada tengo contra los periodistas deportivos (en algún momento lo fui), pero ya que estamos en materia quisiera compartir con ustedes algo que me repiquetea hace mucho. Si uno sigue con atención las cotidianas secciones deportivas de diarios, radios y canales de televisión podrá comprobar que, salvo sobre hechos obvios como quién hizo el gol o cómo formará mañana el equipo, algunos colegas de nada informan; sólo opinan y le explican al centrodelantero, que se pasa horas pateando pelotas, cómo ejecutar un tiro libre; o al solitario y final arquero, cómo saltar con justeza cuando un corner. Recurren a prácticas que serian rechazados por la más paupérrima de la academias profesionales (en esto mucha responsabilidad tienen las escuelas privadas, factorías de la ilusión Clark Kent). Existen también los que hacen o quieren hacer las cosas bien, y ellos y ellas saben que estas palabras tienen otros destinatarios, por eso las escribo así, ligero de equipaje.

En ese modo de hacer encuentran los oligopolios mediáticos el camino para funcionalizar sus coberturas deportivas en términos de intencionalidades editoriales más amplias: el diario Olé apareció el lunes pasado con una primera plana en la que se preguntaba “qué festejamos”; Clarín consagró los supuestos motivos de la derrota ante Alemania y la opinión de algunos de sus redactores en torno al “fracaso de Maradona como técnico” con jerarquía de homilía pastoral; La Nación tejió complicados descules en torno al poder político y sus conspiraciones.

Los colegas de la tele fueron mejores volantes de contención. Estuvieron atentos ante el contragolpe eficaz; quizás supieron leer un principio sobre el cual volvemos una y otra vez: la influencia de los medios de comunicación oligopolizados es inversamente proporcional a la capacidad de organización y movilización de la sociedad tangible.

Cuando miles de personas se manifestaron en las calles y por otras vías en apoyo a Maradona –las redes sociales cumplieron un papel importante en ese sentido -, los muchachos de la tele constataron que los lineamientos de sus respectivas coberturas debían sufrir adecuaciones tácticas. También podríamos interpretar que los hacedores de uno y otro discurso, el de la televisión y el de la prensa digital, casi siempre anticipatoria de la impresa al día siguiente, trabajan en forma complementaria; al fin de cuentas el Grupo Clarín es toda una escuela en eso del sigilo y la nocturnidad: los secuestros y las desapariciones forzadas de personas fueron perpetradas en la sombras, lejos de las luces que alumbraban los encuentros entre la viuda, el señor Magnetto y Videla.

Amigos de la opinión disfrazada de información, mientras continúen en ese camino le harán el juego a quienes recurren a la cultura de la impunidad para truchar muestras de ADN; y harán piruetas mortales sobre la cornisa de un edificio que se llama lesa humanidad. Les guste o no les guste, lo sepan o no, se están enchastrando en ese lodo.

Pero muchos me preguntarán, ¿cómo se atreve usted a concluir que quienes critican a Maradona desde los medios del Grupo Clarín y otros de la corporación lo hacen porque defienden la línea editorial de la empresa, que a su vez, dice usted, está emparentada con los posibles delitos cometidos por su dueña?

Esa pregunta podría ser un jaque cantado, pero permítanme escribir en mi descargo. En primer lugar y respecto de cómo esos medios encubren a la Noble, allí están los archivos para ser consultados. Y no todos los que dicen y escriben mal de Maradona merecen la crítica; la misma va dirigida sólo a aquellos que se encubren detrás de supuestas informaciones para articular en forma sistemática un discurso editorial con determinado sesgo, expresado en títulos sin sostén contextual, informaciones sin fuentes o simples y vulgares inventos.

Es más, corrámonos del fútbol y de la Selección y revisemos otro tema candente: así como resemantizaron a la letra K con cargas cuasi demoníacas, el Grupo Clarín y la corporación se esfuerzan para instalar que las comunicaciones internas de los ministerios y las actividades que los mismos están habilitados por ley a realizar en el exterior, sin perjuicio de las atribuciones de la Cancillería (una constante institucional en los Estados de la llamada comunidad internacional) conforman una suerte de “diplomacia paralela”. Y en su programa semanal en TN, el inefable Morales Solá hizo el martes pasado un arriesgado ejercicio de malabarismo desinformativo, con un entrevistado que lució más como personaje berreta de una película de espionaje que como fuente digna de crédito.

Para qué continuar. Este mismo diario ofrece en forma cotidiana, en su notable sección Gráfica Registrada, claros y notorios ejemplos de manipulación informativa, e investigaciones como las del Observatorio de Medios de Argentina, de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, han descrito los mecanismos tergiversadores de la tele oligopólica.

Nadie debe negarle a los medios del Grupo Clarín, o al que sea, el derecho legítimo de tener y defender su propia intencionalidad editorial. Sí se le debe exigir, en cambio, como a cualquier otro y desde los principios que le dan contenido al Derecho a la Información, que la misma se enuncie con precisión, que no se la encubra detrás de “informaciones” manipuladas. Nuestra profesión tiene instrumentos para marcar línea política e ideológica: la agenda, es decir qué segmento de la realidad nos interesa; las fuentes o voces desde la que narramos esa realidad segmentada; y múltiples recursos de estilo. Simplemente, proponemos transparencia, que los usuarios sepan desde dónde informamos y opinamos, qué intereses defendemos.

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