sábado, 31 de julio de 2010

El director del Observatorio tendrá a su cargo la Conferencia Inaugural del II Congreso Internacional Latina de Comunicación Social

II Congreso Internacional Latina de Comunicación Social: La Comunicación Social, en estado crítico.

Entre el mercado y la comunicación para la libertad

La Laguna (Tenerife), martes, 7, jueves, 9 y viernes, 10 de diciembre de 2010.

http://www.revistalatinacs.org/10SLCS/convocatoria_2_congreso.html

miércoles, 28 de julio de 2010

Oktubre y una noticia exclusiva

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario

Artículo publicado hoy por el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Esta semana comenzamos con una noticia, casi exclusiva, que me reservo para dentro de unos párrafos; en este sólo cierto adelanto: un gran acto para el 10 de Octubre próximo, dicen que en el estadio cerrado más grande de Buenos Aires.

Por ahora comencemos con lo que sigue: ¡Me voy a ahogar! / ¡Me voy a pique! ¡Glu-glu! / ¡Me está por hundir mi fiel fantasma Bu-Buuu!.. / Seré promovido para Navidad / ¿cómo no se nos ocurrió? / ¿No vas a esperar que enfríen a tu amigo? / si ya conocés la forma novedosa / ¡Divina TV Führer mi amor (…). Debo confesarlo; no fui ni soy entusiasta del rock – salvo cuando veo a Diego Capusotto y sus videos, a mi modesto entender el mejor crítico cultural del país-, pero elegí un título de los Redondos como comienzo de este texto porque Divina TV führer, del disco Oktubre, cae como anillo al dedo para calificar la sensación que provoca el paso del tiempo y del espacio por las pantallas de los grandes canales de la televisión privada; tuvo razón Amado Boudou cuando el domingo pasado dijo frente a las cámaras de Canal 7 que esos medios ya no nos cuentan ni aproximaciones a la realidad.

Ayer informó la agencia Telam: “el titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), Gabriel Mariotto, anticipó que en agosto se va a firmar el Decreto Reglamentario de la Ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual. Importantes grupos (de medios) ya se han inscripto para adecuarse a la nueva norma. Los foros abiertos y participativos, que recorren el país para captar las propuestas para la reglamentación de la nueva legislación, se van a cerrar hoy (por ayer) y en agosto vamos a estar en condiciones de firmar el decreto reglamentario para la aplicación de todos los artículos de la ley”.

En pocas palabras, estamos a pocos días de que la democracia cumpla, finalmente, con una deuda que venía arrastrando por más de dos décadas; sin lugar a dudas algo para festejar a lo grande.

Algunos de los especialistas, dirigentes y militantes que más arduamente trabajaron para que sea realidad lo que el martes anunció Mariotto no piensan en fiestas ni en brindis. A partir de la mejor tradición de la Universidad Pública, que consiste en reconocer el carácter político del conocimiento y de sus mecanismos de transmisión, articulando a la aulas con el conjunto de la sociedad, en particular con los sectores más populares, un grupo de docentes, académicos y estudiantes del área Comunicación de todo el país decidieron impulsar un proyecto que extienda o expanda a la nueva Ley de Medios, más allá del ámbito específicamente mediático.

La en principio denominada Corriente por una Comunicación Nacional y Popular tiene como referencias concretas a Gabriel Mariotto, titular del AFSCA y ex decano de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ); a Alejandro Verano, ex decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y actual integrante del directorio de Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado (RTA); a Santiago Aragón, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ; a Ernesto Espeche, director de la carrera de Comunicación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y a Gustavo Bulla, académico de la UBA, entre otros.

Los principales impulsores de la iniciativa prevén incorporar actores universitarios, sociales y mediáticos del más amplio espacio popular y democrático, con la intención de que las actividades de la Corriente puedan alcanzar dimensión nacional; y aspiran a presentarse en sociedad en forma contundente: con un acto público en el Luna Park, el 10 de Octubre próximo o en fecha muy cercana a esa, primer aniversario de la sanción por el Congreso Nacional de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Todo un desafío.

Sin embargo, los datos más interesantes del proyecto en cuestión son, por su originalidad, el diagnóstico del cual parten y la puesta en escena política de un principio teórico que muchos de los que estamos en estos menesteres de la docencia universitaria especializada en medios planteamos en forma cotidiana, en las aulas y fuera de ellas: la capacidad de influencia de las poderosas concentraciones mediáticas es inversamente proporcional a la capacidad de organización, participación y movilización de los sectores populares.

El análisis que hacen estos académicos y dirigentes consiste en que la nueva Ley de Medios, y podría agregarse que la reciente sobre matrimonio igualitario también, exceden a sus asuntos específicos y a las adhesiones partidarias originales, significando un ámbito de confluencia política desde el cual aportar para la profundización de la propuesta de país que hizo posible o creó las condiciones institucionales para que estos nuevos escenarios de amplificación democrática sean una realidad tangible. Es entonces desde el principio teórico sintéticamente descripto en el párrafo anterior y a partir del mencionado diagnóstico que la flamante Corriente se inscribe como parte activa del movimiento nacional que encabezan la presidenta Cristina Fernández y el titular del PJ, Néstor Kirchner, y como apuesta horizontal y amplificadora de ese mismo espacio.

La Corriente, reconocen sus principales referencias, es original pero también ambiciosa, y no sólo por aspirar a un acto de lanzamiento en el Luna Park, sino porque - ¡y qué saludable es que lo hagan! – admiten que el conocimiento y sus formas de transmisión en un sentido popular son, se quiera o no, factores de una ecuación que solamente se resuelve en clave de dimensión política. Por eso se plantean objetivos inmediatos, como aportar para que en las elecciones del año próximo se consolide el proceso político que el sedicioso Grupo Clarín cree que descalifica cuando lo bautiza K; y de mediano y más largo plazo, como la capitalización de todo trabajo territorial para que la realidad plantada por los grandes medios sea discutida desde la sociedad misma, desde lo barrios, por ejemplo; y para que éstos tengan voz propia, política y democráticamente organizados, en la creación de contenidos informativos, de esparcimiento y de todo género, de cara al nuevo mapa mediático abierto con la vigencia de la Ley 26522.

Por último, y casi a título de sugerencia desde esta columna: que las autoridades de RTA, que administran al sistema nacional de medios, pongan micrófonos y pantallas, en la medida de lo posible, para que puedan difundirse los trabajos de producción colectiva y popular que obviamente se proponen desarrollar quienes han pensado a esta novedosa Corriente por una Comunicación Nacional y Popular, la misma que aspira a llenar un Luna Park; porque pese a que yo no soy de aconsejar, no sea cosa de estar jodiendo al personal y tengamos que poner en Río ese restaurant…que te quitó el sueño, el sueño.

miércoles, 21 de julio de 2010

La pesadilla de Olivia Benson

Artículo publicado hoy en el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario

Olivia Benson es una detective famosa. Una mañana amaneció con gripe y no fue a trabajar. Un compañero la visitó en casa y hasta le protestó por no encontrar en la heladera algo, aunque sea algo, con que preparar un desayuno decente; pues no es cosa de andar ingiriendo antibióticos con la panza vacía. Hasta ahí todo muy simpático; unos día de descanso con parte médico y punto aparte.

Sin embargo, el asunto se complicó. Pocas horas después, la pobre Olivia vive una pesadilla: su ADN aparece en los restos de sangre impregnados en un arma asesina y su propio coche, que ella creía al reparo del garaje, es encontrado en la escena de crimen. ¡Bingo! A la detective no le sirven ni un expediente intachable ni la solidaridad de colegas y jefes; la procesan por homicidio.

La comisaría es un hervidero. La forense ordena repetir una y otra vez las pruebas de ADN, pero no hay caso: el laboratorio es concluyente. El comisario pone en tensión a todo el personal para que encuentren al verdadero asesino. Mientras tanto, la pobre Olivia se juega la patriada de rechazar el derecho que le asiste de contar con un abogado y, convencida de su gripe, de su postración por días, y por supuesto de su inocencia, enfrenta a los de Asuntos Internos. Estos son inconmovibles; no hay otra salida que el calabozo.

Para suerte de ella, y gracias a los esfuerzos de sus compañeros más próximos, todo se resuelve y, como siempre, la historia culmina con un final feliz. Los episodios que en forma sintética acabo de narrar pertenecen a uno de los capítulos de la eterna serie policial estadounidense “La ley y el orden”, con la cual intenté borrarme del mundo el domingo pasado, tan frío y lluvioso en nuestra querida Buenos Aires. Se trata de una película por entregas de éxito mundial que en la TV por cable y satelital de nuestros pagos pone en pantalla el canal Universal: un verdadero muestrario del más ramplón de los simplismos al que nos tienen acostumbrados la cultura Hollywood y sus subproductos, con buenos, malos, muy buenos y muy malos, pero todo tan políticamente correcto; siempre gana la más occidental y cristiana de las democracias y sus libertades.

¡Quién me mandó a mí, como les decía, el domingo pasado, a querer borrarme del mundo con una serie de la tele! Al ver y oír como los amigos de la pobre Olivia llegaban a la verdad, me corrió un escalofrío. Resultó ser que el ADN incriminatorio no obedeció a otra cosa que a la experta mano del científico-técnico de un laboratorio privado, quien muy suelto de cuerpo explicó que hizo lo que podría hacer el más novel de los estudiantes de biología: con algunas complicidades, implantar el ADN de un sujeto en una muestra de sangre ajena.

Y después reviso las noticias. El lunes, la agencia TELAM consignó: “la fiscal federal de San Isidro Rita Molina pidió que se realice en forma urgente la pericia genética a los hijos adoptivos de la directora del diario Clarín, con muestras de sangre y saliva ya existentes para determinar si son hijos de detenidos desaparecidos en la última dictadura… se requirió a la juez federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, que ordene las pruebas con muestras extraídas a Felipe y Marcela Herrera Noble en diciembre pasado en el ámbito del Cuerpo Médico Forense…esas muestras estuvieron en poder del ex juez del caso, Conrado Bergesio, desplazado por la Cámara Federal de San Martín, y fueron recuperadas por Arroyo Salgado cuando se hizo cargo de la causa. Si la sangre y la saliva se encontrasen deterioradas, con bacterias por ejemplo, el Estado al que represento y del que soy funcionaria – añadió la fiscal- tiene la obligación de pedir otras medidas, incluso la extracción compulsiva. La verdad se va a saber tarde o temprano".

El martes, este diario afirmó: al declarar frente a la jueza Arroyo Salgado la semana pasada, el perito de parte de los Noble Herrera, Alejandro Trevisán, consideró que las muestras de sangre y saliva ordenadas por el juez Conrado Bergesio en diciembre de 2009 “fueron debidamente cerradas en sobre, firmadas por cada uno de los presentes, y el personal del Cuerpo Médico Forense estaba fotografiando todo el acto”.

El mismo día, Página 12 destacó las “condiciones” solicitadas por Abuelas para que los análisis en cuestión sean realizados: “que se analicen como mínimo dos muestras conservadas en lugares distintos, una del Cuerpo Médico Forense y otra del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). Eso demostraría que hay o no correlación entre las muestras (…). El segundo aspecto es sobre los sobres lacrados. Además de que las personas que firmaron oportunamente esos sobres vayan y reconozcan sus firmas, queremos (las Abuelas) que haya un perito calígrafo para determinar si esas firmas son auténticas o no. Por otro lado también piden que se observen los bordes de los sobres, quieren saber si están dañados. La última condición vincula el análisis con los resultados del último allanamiento. Aquél estudio fracasó porque se halló más de un ADN en cada una de las prendas, como si las ropas pertenecieran a distintos individuos. Para que el estudio sea considerado válido, debería haber una coincidencia entre esa muestra y por los menos uno de los ADN que se hallaron en las ropas de Felipe y Marcela Noble. Abuelas da por descontado que ese cruce puede ser posible porque así lo aseguró el BNDG”.

Resulta claro que, en este caso, para Abuelas, y me animo a decir que para la inmensa mayoría de la sociedad argentina, los únicos actores confiables son el tribunal que ahora lleva la causa, el ministerio público fiscal y el BNDG. Y añado: todo lo que provenga de los Noble, de su abogados y hasta de las propias y supuestamente “tranquilizadoras” palabras del perito de parte pertenecen al territorio de las tinieblas, de las incertezas, de las sospechas; el tiempo por demás dilatado del proceso y la colección de mañas puestas en escena por los sospechados, con la escandalosa complicidad de los poderosas corporaciones mediáticas – y hay que decirlo, la de sus escribas -, justifican las dudas y las incertidumbres.

Lo que sigue sólo forma parte del posible guión de otro capítulo en la atribulada vida Olivia Benson. La detective es citada desde Buenos Aires para que narre su infausta experiencia, cuando fue acusada por un crimen que no cometió; porque se sospecha que el mismo personaje de la actividad privada que incrustó su ADN en una muestra de sangre ajena, para incriminar a una inocente, anda por estas comarcas y, contratado por ciertos personajes especializados en la comisión de delitos de lesa humanidad y en maniobras de encubrimiento, puede hacer algo parecido: para que no se sepa la verdad, para atentar contra la Justicia y el BNDG.

No me hagan caso, quizás estas líneas sólo sean consecuencia de una pesadilla, o de una tarde de frío y lluvia frente al televisor.

miércoles, 14 de julio de 2010

¡Ay, el nene me salió puto!

Artículo publicado hoy por el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario

El Congreso de la Nación tiene en sus manos la posibilidad de darnos un país más democrático; de avanzar en la concreción de un principio republicano que lleva siglos escrito y proclamado, al mismo tiempo que relativizado en los hechos, cuando no negado: el de la igualdad ante la ley. Si logramos que cualquiera se pueda casar y formar una familia, independientemente de que se enamore de él o de ella, los argentinos y la argentinas tendremos una sociedad más justa, desde la cual seguir construyendo subjetividad individual y colectiva; podremos transitar hacia la materialización efectiva de la declamada igualdad.

Porque de eso se trata. De que los principios constitucionales dejen de ser sólo verbo para convertirse acción y percepción tangible, por fuera de la lógica perversa que consagra víctimas y victimarios, tanto en el plano económico (sin pobreza, ni desocupación, ni exclusiones sociales) como en el de los espacios privados y familiares. Mientras la violencia de género, constitutiva incluso de un tipo particular de homicidio, no sea abordada con contundencia desde el Estado, mientras éste no le reconozca a las mujeres el derecho al aborto - por sólo mencionar algunos de los tantos asuntos pendientes -, mientras la Ley no refleje la realidad e intervenga para que la misma sea democrática e igualitaria; mientras todo ello no suceda, la República estará en deuda con sus habitantes.

Como lo maravilloso de lo humano consiste en que no tenemos otra forma de alcanzar materializaciones efectivas de la igualdad y de los derechos que no sea mediante el ejercicio de la palabra, es que los sectores más conservadores de la sociedad se oponen, hasta con rabia inquisitorial, a que esa palabra sea puesta en práctica y tensión. Es sobre ese punto desde dónde hay que entender la embestida de Bergoglio contra “el demonio” y el comportamiento, en el mejor de los casos dubitativo, de los grandes medios oligopólicos respecto del tema que nos ocupa.

Durante mucho tiempo, la palabra estuvo administrada e impuesta por la familia (la del orden primario y cotidiano), la Escuela (la del saber y del no saber), la Iglesia (la de lo bueno y lo malo como principio ordenador), la Institución Médica (la de los sano y lo enfermo) y el Estado en su sentido más intrínseco, que es el da la violencia legalizada (la de lo que se castiga y no se castiga). Y mal que bien, esa estructura funcionó: las intervenciones de los actores políticos para asegurar o transformar el orden establecido se dieron sobre esa lógica, sobre ese escenario, procurando la creación de nuevos contenidos ideológicos familiares y escolares, cuestionando la jerarquía y el discurso dominante dentro de la Iglesia, revisando el concepto de salud y poniendo en tela de juicio el contenido de las leyes y el comportamientos de las instituciones (violentas) encargadas de que las mismas se apliquen.

Pero algo se rompió. A medida que la transnacionalización y la corporativización de las prácticas económicas se fueron transformando en una suerte de totalización autoritaria, haciendo que los que quedaron dentro del sistema dediquen cada vez más tiempo y energía -hasta sus horas de ocio convertido en consumo - para que el sistema se reproduzca, y que los excluidos nada tengan, salvo la destrucción de todo lazo de pertenencia, aquellas instituciones comenzaron a verse reemplazadas por otro sistema ordenador de valores; de lo feo y de lo bello, de lo malo y de lo bueno, de lo justo y de lo injusto.

Ya se había encargado de advertirlo el propio Kissinger, al borde último de la guerra de Vietnam, cuando dijo que “las libertades occidentales no podrán ser garantizadas si permitimos que la prensa diga lo que quiera”. Ya se habían encargado de advertirlo varias organizaciones internacionales, como la propia UNESCO, al señalar desde principios de los pasados ’80 que el tiempo promedio de la sociedad frente a la TV se equipara a la cantidad de horas aplicadas al trabajo y tiende a ser al doble del que los niños dedican a la escuela y el grupo familiar al encuentro como tal; y que el desplazamiento de capitales provenientes de las industrias bélica, farmacológica y alimentaria al sector medios de comunicación se incrementará en escala geométrica. Nacía la corporación mediática oligopolizada como organizadora y disciplinante del conjunto social.

Si la Ley de Servicios Audiovisuales y los esfuerzos del Estado por desmadejar esa vergüenza nacional llamada Papel Prensa propenden a democratizar el espacio mediático, una ley que reconozca el derecho de las personas a casarse y formar familia sin ser discriminadas por sus opciones sexuales propenderá a democratizar la discusión sobre sentidos en el seno de la vida cotidiana, por fuera de los medios, al interior de las familias, en la escuela, ante las instituciones del propio Estado. Ambas, la ya vigente pese a los esfuerzos denodados de las corporaciones para borrarla, y la que debate a estas horas el Congreso de la Nación, tienden a los mismo: a la democratización sabiamente plebeya de la palabra; por eso las advertencias contra “el demonio” formuladas por Bergoglio, por eso la reacción inquisitorial de la Argentina conservadora.

Imaginemos ciertas situaciones con la certeza de que nuestros esfuerzos para ello no deberán ser nada del otro mundo, porque todos y todas los que vivimos en este país – y me animo a decir los que vivimos sobre la Tierra, cada cultura con su peculiaridad- protagonizamos en el pasado, lo hacemos en el presente y lo haremos en el futuro, y en múltiples oportunidades, situaciones que una Argentina igualitaria irá dejando en el pasado.

No me digan ustedes que en cada una de nuestras familias alguna vez no se habló en voz baja, y sobre todo cuando los menores no están presentes, sobre el tío que, o la sobrina tal cual, o el amigo del nene me parece, o…y podríamos seguir, ¿o no?. Y no quiero abundar…pero bueno, ¿por qué no, acaso no estamos por la democracia de la palabra?

Reconozcamos entonces, porque el que no lo hace simplemente no quiere o no se anima: quién de ustedes (nosotros) no se dijo alguna vez, con pretensiones de tolerante, a mí lo que me preocuparía de tener un hijo homosexual o una hija lesbiana, es que, pobrecito, sea discriminado, que sufra…o quién no escuchó voces más descarnadas… si me sale puto a tortillera la mato. ¡Vamos seamos sinceros!, y quisiera ir más a fondo: ¿usted señora, usted señor, en el fondito de su intimidad, pero en silencio porque de eso no se habla, usted señora, usted señor, nunca dudó (dudamos) en algún momento de su vida, de su propia sexualidad? Seamos sinceros.

Bien. De eso se trata, de democratizar la palabra; para erradicar para siempre ¡ay el nene me salió puto! ¿Sabe (sabemos) por qué de eso se trata? Porque nuestra Constitución dice que somos todos y todas iguales.

miércoles, 7 de julio de 2010

No se salva ni siquiera ni la pelota

Artículo publicado hoy en el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario


Al Grupo Clarín y a sus cuadros operativos se les salió la cadena; o se les escapó la tortuga. El sábado pasado, cuando millones de argentinos se la ingeniaban para soportar la angustia de ya no ser, los responsables de la página electrónica del diario (Clarín, de él hablamos) marcaban presencia; adelantaban la línea editorial a seguir tras la eliminación de nuestra Selección frente a Alemania: utilizaron la palabra “humillación”. Minutos después, los muchachos de TyC, amagaron con picar por el mismo lateral, pero el Twitter, el Facebook y los correos electrónicos de sus televidentes se transformaron en señales de alarma: los mismos usuarios de esos medios tiraron línea de cuatro en el fondo porque seguro adivinaron las intenciones, o porque primó el alma, o porque sí, porque los argentinos y las argentinas, maravillosamente, somos así.

Los amagues antimaradonianos ganaron en prudencia, escucharon las voces de la tribuna: había que tener la pelota, hacer tiempo. Veinticuatro horas después, la vida les daría la razón; fue muy oportuno tener cuidado porque el contragolpe resultó sorpresivo y eficaz. Pero ya volveremos a este punto.

Nada tengo contra los periodistas deportivos (en algún momento lo fui), pero ya que estamos en materia quisiera compartir con ustedes algo que me repiquetea hace mucho. Si uno sigue con atención las cotidianas secciones deportivas de diarios, radios y canales de televisión podrá comprobar que, salvo sobre hechos obvios como quién hizo el gol o cómo formará mañana el equipo, algunos colegas de nada informan; sólo opinan y le explican al centrodelantero, que se pasa horas pateando pelotas, cómo ejecutar un tiro libre; o al solitario y final arquero, cómo saltar con justeza cuando un corner. Recurren a prácticas que serian rechazados por la más paupérrima de la academias profesionales (en esto mucha responsabilidad tienen las escuelas privadas, factorías de la ilusión Clark Kent). Existen también los que hacen o quieren hacer las cosas bien, y ellos y ellas saben que estas palabras tienen otros destinatarios, por eso las escribo así, ligero de equipaje.

En ese modo de hacer encuentran los oligopolios mediáticos el camino para funcionalizar sus coberturas deportivas en términos de intencionalidades editoriales más amplias: el diario Olé apareció el lunes pasado con una primera plana en la que se preguntaba “qué festejamos”; Clarín consagró los supuestos motivos de la derrota ante Alemania y la opinión de algunos de sus redactores en torno al “fracaso de Maradona como técnico” con jerarquía de homilía pastoral; La Nación tejió complicados descules en torno al poder político y sus conspiraciones.

Los colegas de la tele fueron mejores volantes de contención. Estuvieron atentos ante el contragolpe eficaz; quizás supieron leer un principio sobre el cual volvemos una y otra vez: la influencia de los medios de comunicación oligopolizados es inversamente proporcional a la capacidad de organización y movilización de la sociedad tangible.

Cuando miles de personas se manifestaron en las calles y por otras vías en apoyo a Maradona –las redes sociales cumplieron un papel importante en ese sentido -, los muchachos de la tele constataron que los lineamientos de sus respectivas coberturas debían sufrir adecuaciones tácticas. También podríamos interpretar que los hacedores de uno y otro discurso, el de la televisión y el de la prensa digital, casi siempre anticipatoria de la impresa al día siguiente, trabajan en forma complementaria; al fin de cuentas el Grupo Clarín es toda una escuela en eso del sigilo y la nocturnidad: los secuestros y las desapariciones forzadas de personas fueron perpetradas en la sombras, lejos de las luces que alumbraban los encuentros entre la viuda, el señor Magnetto y Videla.

Amigos de la opinión disfrazada de información, mientras continúen en ese camino le harán el juego a quienes recurren a la cultura de la impunidad para truchar muestras de ADN; y harán piruetas mortales sobre la cornisa de un edificio que se llama lesa humanidad. Les guste o no les guste, lo sepan o no, se están enchastrando en ese lodo.

Pero muchos me preguntarán, ¿cómo se atreve usted a concluir que quienes critican a Maradona desde los medios del Grupo Clarín y otros de la corporación lo hacen porque defienden la línea editorial de la empresa, que a su vez, dice usted, está emparentada con los posibles delitos cometidos por su dueña?

Esa pregunta podría ser un jaque cantado, pero permítanme escribir en mi descargo. En primer lugar y respecto de cómo esos medios encubren a la Noble, allí están los archivos para ser consultados. Y no todos los que dicen y escriben mal de Maradona merecen la crítica; la misma va dirigida sólo a aquellos que se encubren detrás de supuestas informaciones para articular en forma sistemática un discurso editorial con determinado sesgo, expresado en títulos sin sostén contextual, informaciones sin fuentes o simples y vulgares inventos.

Es más, corrámonos del fútbol y de la Selección y revisemos otro tema candente: así como resemantizaron a la letra K con cargas cuasi demoníacas, el Grupo Clarín y la corporación se esfuerzan para instalar que las comunicaciones internas de los ministerios y las actividades que los mismos están habilitados por ley a realizar en el exterior, sin perjuicio de las atribuciones de la Cancillería (una constante institucional en los Estados de la llamada comunidad internacional) conforman una suerte de “diplomacia paralela”. Y en su programa semanal en TN, el inefable Morales Solá hizo el martes pasado un arriesgado ejercicio de malabarismo desinformativo, con un entrevistado que lució más como personaje berreta de una película de espionaje que como fuente digna de crédito.

Para qué continuar. Este mismo diario ofrece en forma cotidiana, en su notable sección Gráfica Registrada, claros y notorios ejemplos de manipulación informativa, e investigaciones como las del Observatorio de Medios de Argentina, de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, han descrito los mecanismos tergiversadores de la tele oligopólica.

Nadie debe negarle a los medios del Grupo Clarín, o al que sea, el derecho legítimo de tener y defender su propia intencionalidad editorial. Sí se le debe exigir, en cambio, como a cualquier otro y desde los principios que le dan contenido al Derecho a la Información, que la misma se enuncie con precisión, que no se la encubra detrás de “informaciones” manipuladas. Nuestra profesión tiene instrumentos para marcar línea política e ideológica: la agenda, es decir qué segmento de la realidad nos interesa; las fuentes o voces desde la que narramos esa realidad segmentada; y múltiples recursos de estilo. Simplemente, proponemos transparencia, que los usuarios sepan desde dónde informamos y opinamos, qué intereses defendemos.