miércoles, 21 de julio de 2010

La pesadilla de Olivia Benson

Artículo publicado hoy en el diario Tiempo Argentino, de Buenos Aires.

Por Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario

Olivia Benson es una detective famosa. Una mañana amaneció con gripe y no fue a trabajar. Un compañero la visitó en casa y hasta le protestó por no encontrar en la heladera algo, aunque sea algo, con que preparar un desayuno decente; pues no es cosa de andar ingiriendo antibióticos con la panza vacía. Hasta ahí todo muy simpático; unos día de descanso con parte médico y punto aparte.

Sin embargo, el asunto se complicó. Pocas horas después, la pobre Olivia vive una pesadilla: su ADN aparece en los restos de sangre impregnados en un arma asesina y su propio coche, que ella creía al reparo del garaje, es encontrado en la escena de crimen. ¡Bingo! A la detective no le sirven ni un expediente intachable ni la solidaridad de colegas y jefes; la procesan por homicidio.

La comisaría es un hervidero. La forense ordena repetir una y otra vez las pruebas de ADN, pero no hay caso: el laboratorio es concluyente. El comisario pone en tensión a todo el personal para que encuentren al verdadero asesino. Mientras tanto, la pobre Olivia se juega la patriada de rechazar el derecho que le asiste de contar con un abogado y, convencida de su gripe, de su postración por días, y por supuesto de su inocencia, enfrenta a los de Asuntos Internos. Estos son inconmovibles; no hay otra salida que el calabozo.

Para suerte de ella, y gracias a los esfuerzos de sus compañeros más próximos, todo se resuelve y, como siempre, la historia culmina con un final feliz. Los episodios que en forma sintética acabo de narrar pertenecen a uno de los capítulos de la eterna serie policial estadounidense “La ley y el orden”, con la cual intenté borrarme del mundo el domingo pasado, tan frío y lluvioso en nuestra querida Buenos Aires. Se trata de una película por entregas de éxito mundial que en la TV por cable y satelital de nuestros pagos pone en pantalla el canal Universal: un verdadero muestrario del más ramplón de los simplismos al que nos tienen acostumbrados la cultura Hollywood y sus subproductos, con buenos, malos, muy buenos y muy malos, pero todo tan políticamente correcto; siempre gana la más occidental y cristiana de las democracias y sus libertades.

¡Quién me mandó a mí, como les decía, el domingo pasado, a querer borrarme del mundo con una serie de la tele! Al ver y oír como los amigos de la pobre Olivia llegaban a la verdad, me corrió un escalofrío. Resultó ser que el ADN incriminatorio no obedeció a otra cosa que a la experta mano del científico-técnico de un laboratorio privado, quien muy suelto de cuerpo explicó que hizo lo que podría hacer el más novel de los estudiantes de biología: con algunas complicidades, implantar el ADN de un sujeto en una muestra de sangre ajena.

Y después reviso las noticias. El lunes, la agencia TELAM consignó: “la fiscal federal de San Isidro Rita Molina pidió que se realice en forma urgente la pericia genética a los hijos adoptivos de la directora del diario Clarín, con muestras de sangre y saliva ya existentes para determinar si son hijos de detenidos desaparecidos en la última dictadura… se requirió a la juez federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, que ordene las pruebas con muestras extraídas a Felipe y Marcela Herrera Noble en diciembre pasado en el ámbito del Cuerpo Médico Forense…esas muestras estuvieron en poder del ex juez del caso, Conrado Bergesio, desplazado por la Cámara Federal de San Martín, y fueron recuperadas por Arroyo Salgado cuando se hizo cargo de la causa. Si la sangre y la saliva se encontrasen deterioradas, con bacterias por ejemplo, el Estado al que represento y del que soy funcionaria – añadió la fiscal- tiene la obligación de pedir otras medidas, incluso la extracción compulsiva. La verdad se va a saber tarde o temprano".

El martes, este diario afirmó: al declarar frente a la jueza Arroyo Salgado la semana pasada, el perito de parte de los Noble Herrera, Alejandro Trevisán, consideró que las muestras de sangre y saliva ordenadas por el juez Conrado Bergesio en diciembre de 2009 “fueron debidamente cerradas en sobre, firmadas por cada uno de los presentes, y el personal del Cuerpo Médico Forense estaba fotografiando todo el acto”.

El mismo día, Página 12 destacó las “condiciones” solicitadas por Abuelas para que los análisis en cuestión sean realizados: “que se analicen como mínimo dos muestras conservadas en lugares distintos, una del Cuerpo Médico Forense y otra del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). Eso demostraría que hay o no correlación entre las muestras (…). El segundo aspecto es sobre los sobres lacrados. Además de que las personas que firmaron oportunamente esos sobres vayan y reconozcan sus firmas, queremos (las Abuelas) que haya un perito calígrafo para determinar si esas firmas son auténticas o no. Por otro lado también piden que se observen los bordes de los sobres, quieren saber si están dañados. La última condición vincula el análisis con los resultados del último allanamiento. Aquél estudio fracasó porque se halló más de un ADN en cada una de las prendas, como si las ropas pertenecieran a distintos individuos. Para que el estudio sea considerado válido, debería haber una coincidencia entre esa muestra y por los menos uno de los ADN que se hallaron en las ropas de Felipe y Marcela Noble. Abuelas da por descontado que ese cruce puede ser posible porque así lo aseguró el BNDG”.

Resulta claro que, en este caso, para Abuelas, y me animo a decir que para la inmensa mayoría de la sociedad argentina, los únicos actores confiables son el tribunal que ahora lleva la causa, el ministerio público fiscal y el BNDG. Y añado: todo lo que provenga de los Noble, de su abogados y hasta de las propias y supuestamente “tranquilizadoras” palabras del perito de parte pertenecen al territorio de las tinieblas, de las incertezas, de las sospechas; el tiempo por demás dilatado del proceso y la colección de mañas puestas en escena por los sospechados, con la escandalosa complicidad de los poderosas corporaciones mediáticas – y hay que decirlo, la de sus escribas -, justifican las dudas y las incertidumbres.

Lo que sigue sólo forma parte del posible guión de otro capítulo en la atribulada vida Olivia Benson. La detective es citada desde Buenos Aires para que narre su infausta experiencia, cuando fue acusada por un crimen que no cometió; porque se sospecha que el mismo personaje de la actividad privada que incrustó su ADN en una muestra de sangre ajena, para incriminar a una inocente, anda por estas comarcas y, contratado por ciertos personajes especializados en la comisión de delitos de lesa humanidad y en maniobras de encubrimiento, puede hacer algo parecido: para que no se sepa la verdad, para atentar contra la Justicia y el BNDG.

No me hagan caso, quizás estas líneas sólo sean consecuencia de una pesadilla, o de una tarde de frío y lluvia frente al televisor.

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