viernes, 19 de agosto de 2011

Perplejos

Por Fernando M. López
Coordinador de la Red de Observatorios Universitarios de Medios

Que todavía haya medios que se pregunten por qué ganó Cristina Fernández de Kirchner las primarias abiertas por un porcentaje tan contundente (“a pesar de…”), revela el estado de perplejidad en el que se encuentran los monopolios de la palabra ante una confirmación que se desprende de la voluntad popular expresada en las urnas: la relatividad de sus discursos, mecanismos y estrategias para crear y reproducir sentidos comunes hegemónicos de manera eficaz.

Tal vez valga la pena hacer un breve repaso por las coberturas del diario La Nación durante la veda electoral para advertir en qué medida otro de los principales medios gráficos del país, junto con Clarín (ver: Ni el tiro del final les salió), puso toda su artillería en juego para tratar de influenciar el voto ciudadano de acuerdo a sus propios intereses.

Las ediciones del sábado 13 y el domingo 14 de agosto fueron casi panfletos de campaña. Mediante una simplificación excesiva, se buscó clasificar a los candidatos en buenos y malos, apelando a diversos ejes, parcialidades y supuestos que fueron enunciados como principios de verdad.

La editorial del sábado, por ejemplo, asegura que “el kirchnerismo sigue demostrando que, sin lugar a dudas, desempeñarse como funcionario gubernamental es una de las vías más rápidas para enriquecerse” y acusa directamente a Héctor Icazuriaga (Secretaría de Inteligencia), Ricardo Echegaray (AFIP), Alicia Kirchner (Desarrollo Social), Julio de Vido (Planificación Federal) y Nilda Garré (Seguridad).

“El kirchnerismo siempre ha tenido serias dificultades para justificar el incremento patrimonial de sus principales figuras, comenzando por el matrimonio Kirchner”, afirma para sugerir luego la connivencia de la justicia federal cuando decidió sobreseer a De Vido y a Néstor Kirchner por supuesto enriquecimiento ilícito.

El sentido de “corrupción kirchnerista” atravesó ambas ediciones, incluso con fuentes opositoras que se orientaron a reforzar las imputaciones del medio, aunque con la misma inconsistencia del supuesto como prueba. “Este es un gobierno con vocación por la oscuridad”, dijo en una extensa entrevista el radical Leandro Despouy, actual titular de la Auditoría General de la Nación. Despouy cuestiona, desconfía y generaliza, pero no presenta ninguna evidencia concreta, y es ahí donde interviene el entrevistador para tratar de soslayar esta carencia mediante una exaltación de la mesura del personaje.

“Se nota que es diplomático. Y de origen radical. Leandro Despouy embiste contra ciertas actitudes del Gobierno sin cargar las tintas, sin excederse, midiendo cada palabra, poniendo el acento en la defensa institucional de la AGN antes que en la crítica política a quienes, desde el poder, intentan que las auditorías se pasteuricen hasta quedar neutralizadas”, afirma el periodista Ricardo Carpena.

La dicotomía también se expresó a la hora de presentar a los candidatos del oficialismo y de la oposición. A estos últimos se los ubicó en una serie de notas individuales en donde se expresaron sus voces, propuestas y expectativas, evitando valoraciones y calificaciones de cualquier tipo. En cambio, a Cristina Fernández y a los otros candidatos del Frente para la Victoria les tocaron los más duros ataques, en un contexto caracterizado por el medio como de tensión interna, fragmentación, traición e incertidumbre a raíz de la supuesta “ola antikirchnerista” con la que se insistió hasta el hartazgo.

Según Mariano Obarrio, en su columna del domingo, “la Casa Rosada desea que hoy baje la asistencia a votar de los sectores adversos a Cristina, la clase media urbana y rural de los grandes distritos (Capital, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza). Eso les daría más incidencia a distritos donde el peronismo mueve el aparato (conurbano, el norte del país y la Patagonia).

Las propias elecciones primarias fueron motivo para embestir contra el Gobierno. Luego de calificarlas como una “excentricidad” y “gran encuesta solventada por toda la población”, el diario cuestiona en términos generales a “la mayoría” de los partidos políticos por presentarse con listas únicas, pero sólo se detiene en un sector: “El caso más palpable se ha advertido en el oficialismo, donde Cristina Fernández de Kirchner no sólo se autoproclamó candidata a su reelección, sino que también impuso a dedo a un buen número de postulantes”, sostiene la editorial del domingo.

Otra de las estrategias de La Nación fue crear la sensación de una Argentina débil para enfrentar los efectos de la crisis internacional, con el fin de deslegitimar el modelo económico de inclusión social que la Presidenta prometió profundizar en un segundo mandato. El mecanismo de construcción de este imaginario fue sencillo: desplegar predicciones o previsiones más o menos verosímiles desde un paradigma liberal y en un tono catastrófico.

A esto se dedicaron columnistas como Joaquín Morales Solá (“Un país difícil de gobernar”, del 14/08), economistas que se despacharon con la inflación, los subsidios, la retenciones y el gasto público, y empresarios como Alejandro M. Estrada, presidente del Banco Privado de Inversiones y miembro del directorio de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) junto al Grupo Clarín, La Nación, Techint, entre otros, quien tuvo un generoso espacio para criticar el tipo de cambio y el “aislacionismo”.

Esto lo advirtió oportunamente Página/12 en algunos de sus análisis económicos, parándose en la vereda opuesta: “Pontificar que la economía argentina recibirá coletazos de una crisis global es una obviedad. En los hechos, desde su estallido a mediados de 2008, ha estado absorbiendo impactos a favor y en contra del reordenamiento económico mundial (…) la fortaleza de la economía argentina se encuentra en lo que ellos [los agoreros neoliberales] observan como carencia: la desconexión financiera del mercado internacional. La actual dinámica de desarrollo, con la complejidad que entrega rupturas y continuidades respecto del período anterior, tiene su base en la producción industrial, agropecuaria y de servicios. Las finanzas han quedado desplazadas como ordenador de las fuerzas productivas”, sostiene Alfredo Zaiat en su columna del sábado.

De hecho, Página/12 fue uno de los pocos medios que le dio relevancia a la cumbre de la Unasur para enfrentar en bloque la crisis financiera, así como a la participación del ministro de Economía, Amado Boudou.

La Nación prefirió extrapolar la figura del funcionario: “Mientras que el jefe del Palacio de Hacienda y candidato a vicepresidente, Amado Boudou, hacía de DJ en un acto en el Planetario, el domingo a la tarde, equipos técnicos de los ministerios de Economía del G-20 -como se conoce al grupo de potencias desarrolladas y emergentes- participaron de una teleconferencia para medir el impacto del temblor”, dice el matutino, evitando precisar si otros ministros de Economía del G-20 (más allá de sus equipos técnicos) habían intervenido en la convocatoria virtual.

La edición del lunes 15 de Página/12, tras la arrolladora victoria de Cristina, se dedicó en buena medida a poner en evidencia el rol de las corporaciones mediáticas durante la campaña y el proceso electoral.

“La oposición no es la oposición. La verdadera oposición son los medios. El poder mediático en manos de las más grandes corporaciones que se han beneficiado y se beneficiarán aún más con un retorno a los viejos tiempos no tan viejos: apenas los benditos noventa”, sostuvo José Pablo Feinmann en “Con algunos, ni tres pasos”. También analizaron el tema Luis Bruschtein (“Los otros perdedores”), Mario Wainfeld (“Un rotundo cable a tierra”), Eduardo Aliberti (“Cahu, sólo casi), Washington Uranga (“Pensar más allá”) y Emanuel Respighi (“Cada pantalla atendió su propio juego”).

En La Nación, sin embargo, trataron de deslizar explicaciones que no se apartaran del marco de su propia intencionalidad editorial, sin hacerse cargo de nada y apelando, una vez más, al mito de la objetividad.

Así salieron al ruedo Morales Sola, Obarrio, Pagni, entre otros, esta vez para crucificar a la oposición, recriminándole la falta de unidad y la incapacidad para construir una alternativa al kirchnerismo. No obstante, la división de la oposición no fue el único argumento esgrimido para interpretar el 50,07 por ciento de los votos que obtuvo Cristina, a pesar de todas las operaciones sistemáticas ejecutadas por Clarín, La Nación y otros medios hegemónicos. Para La Nación, concretamente y más allá de las diversas formas de decirlo entre página y página, los ciudadanos votaron “con el bolsillo”.

Un solo columnista apeló a la honestidad intelectual, pasando casi desapercibido entre las sábanas y la falsa imparcialidad del matutino. “La sociedad no come vidrio, ni invenciones mediáticas (…) Por eso la Presidenta ganó en los tres grandes distritos donde perdió hace poco: Capital, Santa Fe y Córdoba. La Presidenta ganó por todo eso y el significado es que tenemos una democracia cada vez más sólida”, concluyó Mempo Gardinelli el 15 de agosto.

El periodista no hizo referencia a ningún medio en particular, pero la frase reconoce un comportamiento antidemocrático que ya no es capaz de resistir el derecho de una ciudadanía ávida de pluralidad de voces, diversidad de opiniones y equilibrio informativo.

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