sábado, 27 de agosto de 2011

El triunfo que descolocó a los oligopolios de la palabra

En su séptimo informe, la Red de Observatorios Universitarios de Medios marca el antes y el después de las elecciones primarias. ¿Cuáles fueron las estrategias discursivas que se desmoronaron ante la contundencia de la decisión popular?


Ya nada será igual para los medios concentrados argentinos. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), celebradas el pasado 14 de agosto, señalaron un punto de inflexión significativo porque fue la propia ciudadanía, con su participación democrática, la que logró traumatizar la capacidad disciplinante de los aparatos oligopólicos.

En el último informe de la Red de Observatorios Universitarios de Medios, que abarca los análisis realizados durante la primera quincena de agosto, se da cuenta de una serie de estrategias y operaciones que no resistieron el peso de la realidad. La investigación destaca los resultados obtenidos sobre los diarios Clarín y La Nación (Buenos Aires), Los Andes y UNO (Medoza), El Tribuno (Salta) y La República (San Luis).

Una de esas estrategias, que se advirtió en la mayoría de los medios observados, estuvo orientada a desalentar la concurrencia a las urnas.

“Las primarias abiertas del domingo 14 son similares a una gran encuesta o, en términos deportivos, como un partido amistoso en el que no se juega por los puntos”, aseguró el diario Los Andes, uno de los medios que más insistió en ese sentido.

La República, por su parte, se expresó en términos análogos, mientras que Clarín y El Tribuno apuntaron en los días previos a crear la sensación de que los comicios contarían con una baja participación.

El fracaso fue evidente, ya que votó casi el 78 por ciento del padrón. Sin embargo, no faltaron los medios que trataron de “ensuciar la jornada electoral por la supuesta falta de boletas en algunos distritos”, como La Nación; o los que construyeron “una representación de votantes fácilmente manipulables por la ‘coacción’ de los planes sociales del gobierno nacional”, como El Tribuno.

Casi todos relativizaron las encuestas de intención de voto que le adjudicaban una amplia ventaja a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, apoyándose en especulaciones sobre la dirección que tomaría el “voto del campo” y en los resultados de las elecciones anticipadas de la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Esto fue acompañado por una sistemática operación de desgaste contra el Gobierno nacional con acusaciones y descalificaciones de todo tipo, así como con acciones desinformativas.

Sólo UNO destacó antes de las primarias que la imagen positiva de Cristina superaba el 40 por ciento y que en octubre la mandataria podría ser reelecta sin la necesidad de un balotaje. Incluso después del 14, a diferencia de los otros medios analizados, el diario insignia del grupo Vila-Manzano “se amoldó al escenario electoral sin retacear el impacto del triunfo electoral del kirchnerismo”.

No obstante, el informe advierte que este comportamiento responde a “una decisión táctica asumida desde un conglomerado mediático controlado por una facción del peronismo que se sujeta a las determinaciones políticas actuales, aún cuando éstas representen un modelo que colisiona con su mirada estratégica”.

“Otro aspecto que justifica la línea asumida por UNO es la competencia económica que mantiene con Los Andes, propiedad del Grupo Clarín y visible ordenador del discurso opositor. Esa diferenciación es, a la vez, una necesidad económica y política”, concluye la investigación.

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viernes, 19 de agosto de 2011

Perplejos

Por Fernando M. López
Coordinador de la Red de Observatorios Universitarios de Medios

Que todavía haya medios que se pregunten por qué ganó Cristina Fernández de Kirchner las primarias abiertas por un porcentaje tan contundente (“a pesar de…”), revela el estado de perplejidad en el que se encuentran los monopolios de la palabra ante una confirmación que se desprende de la voluntad popular expresada en las urnas: la relatividad de sus discursos, mecanismos y estrategias para crear y reproducir sentidos comunes hegemónicos de manera eficaz.

Tal vez valga la pena hacer un breve repaso por las coberturas del diario La Nación durante la veda electoral para advertir en qué medida otro de los principales medios gráficos del país, junto con Clarín (ver: Ni el tiro del final les salió), puso toda su artillería en juego para tratar de influenciar el voto ciudadano de acuerdo a sus propios intereses.

Las ediciones del sábado 13 y el domingo 14 de agosto fueron casi panfletos de campaña. Mediante una simplificación excesiva, se buscó clasificar a los candidatos en buenos y malos, apelando a diversos ejes, parcialidades y supuestos que fueron enunciados como principios de verdad.

La editorial del sábado, por ejemplo, asegura que “el kirchnerismo sigue demostrando que, sin lugar a dudas, desempeñarse como funcionario gubernamental es una de las vías más rápidas para enriquecerse” y acusa directamente a Héctor Icazuriaga (Secretaría de Inteligencia), Ricardo Echegaray (AFIP), Alicia Kirchner (Desarrollo Social), Julio de Vido (Planificación Federal) y Nilda Garré (Seguridad).

“El kirchnerismo siempre ha tenido serias dificultades para justificar el incremento patrimonial de sus principales figuras, comenzando por el matrimonio Kirchner”, afirma para sugerir luego la connivencia de la justicia federal cuando decidió sobreseer a De Vido y a Néstor Kirchner por supuesto enriquecimiento ilícito.

El sentido de “corrupción kirchnerista” atravesó ambas ediciones, incluso con fuentes opositoras que se orientaron a reforzar las imputaciones del medio, aunque con la misma inconsistencia del supuesto como prueba. “Este es un gobierno con vocación por la oscuridad”, dijo en una extensa entrevista el radical Leandro Despouy, actual titular de la Auditoría General de la Nación. Despouy cuestiona, desconfía y generaliza, pero no presenta ninguna evidencia concreta, y es ahí donde interviene el entrevistador para tratar de soslayar esta carencia mediante una exaltación de la mesura del personaje.

“Se nota que es diplomático. Y de origen radical. Leandro Despouy embiste contra ciertas actitudes del Gobierno sin cargar las tintas, sin excederse, midiendo cada palabra, poniendo el acento en la defensa institucional de la AGN antes que en la crítica política a quienes, desde el poder, intentan que las auditorías se pasteuricen hasta quedar neutralizadas”, afirma el periodista Ricardo Carpena.

La dicotomía también se expresó a la hora de presentar a los candidatos del oficialismo y de la oposición. A estos últimos se los ubicó en una serie de notas individuales en donde se expresaron sus voces, propuestas y expectativas, evitando valoraciones y calificaciones de cualquier tipo. En cambio, a Cristina Fernández y a los otros candidatos del Frente para la Victoria les tocaron los más duros ataques, en un contexto caracterizado por el medio como de tensión interna, fragmentación, traición e incertidumbre a raíz de la supuesta “ola antikirchnerista” con la que se insistió hasta el hartazgo.

Según Mariano Obarrio, en su columna del domingo, “la Casa Rosada desea que hoy baje la asistencia a votar de los sectores adversos a Cristina, la clase media urbana y rural de los grandes distritos (Capital, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza). Eso les daría más incidencia a distritos donde el peronismo mueve el aparato (conurbano, el norte del país y la Patagonia).

Las propias elecciones primarias fueron motivo para embestir contra el Gobierno. Luego de calificarlas como una “excentricidad” y “gran encuesta solventada por toda la población”, el diario cuestiona en términos generales a “la mayoría” de los partidos políticos por presentarse con listas únicas, pero sólo se detiene en un sector: “El caso más palpable se ha advertido en el oficialismo, donde Cristina Fernández de Kirchner no sólo se autoproclamó candidata a su reelección, sino que también impuso a dedo a un buen número de postulantes”, sostiene la editorial del domingo.

Otra de las estrategias de La Nación fue crear la sensación de una Argentina débil para enfrentar los efectos de la crisis internacional, con el fin de deslegitimar el modelo económico de inclusión social que la Presidenta prometió profundizar en un segundo mandato. El mecanismo de construcción de este imaginario fue sencillo: desplegar predicciones o previsiones más o menos verosímiles desde un paradigma liberal y en un tono catastrófico.

A esto se dedicaron columnistas como Joaquín Morales Solá (“Un país difícil de gobernar”, del 14/08), economistas que se despacharon con la inflación, los subsidios, la retenciones y el gasto público, y empresarios como Alejandro M. Estrada, presidente del Banco Privado de Inversiones y miembro del directorio de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) junto al Grupo Clarín, La Nación, Techint, entre otros, quien tuvo un generoso espacio para criticar el tipo de cambio y el “aislacionismo”.

Esto lo advirtió oportunamente Página/12 en algunos de sus análisis económicos, parándose en la vereda opuesta: “Pontificar que la economía argentina recibirá coletazos de una crisis global es una obviedad. En los hechos, desde su estallido a mediados de 2008, ha estado absorbiendo impactos a favor y en contra del reordenamiento económico mundial (…) la fortaleza de la economía argentina se encuentra en lo que ellos [los agoreros neoliberales] observan como carencia: la desconexión financiera del mercado internacional. La actual dinámica de desarrollo, con la complejidad que entrega rupturas y continuidades respecto del período anterior, tiene su base en la producción industrial, agropecuaria y de servicios. Las finanzas han quedado desplazadas como ordenador de las fuerzas productivas”, sostiene Alfredo Zaiat en su columna del sábado.

De hecho, Página/12 fue uno de los pocos medios que le dio relevancia a la cumbre de la Unasur para enfrentar en bloque la crisis financiera, así como a la participación del ministro de Economía, Amado Boudou.

La Nación prefirió extrapolar la figura del funcionario: “Mientras que el jefe del Palacio de Hacienda y candidato a vicepresidente, Amado Boudou, hacía de DJ en un acto en el Planetario, el domingo a la tarde, equipos técnicos de los ministerios de Economía del G-20 -como se conoce al grupo de potencias desarrolladas y emergentes- participaron de una teleconferencia para medir el impacto del temblor”, dice el matutino, evitando precisar si otros ministros de Economía del G-20 (más allá de sus equipos técnicos) habían intervenido en la convocatoria virtual.

La edición del lunes 15 de Página/12, tras la arrolladora victoria de Cristina, se dedicó en buena medida a poner en evidencia el rol de las corporaciones mediáticas durante la campaña y el proceso electoral.

“La oposición no es la oposición. La verdadera oposición son los medios. El poder mediático en manos de las más grandes corporaciones que se han beneficiado y se beneficiarán aún más con un retorno a los viejos tiempos no tan viejos: apenas los benditos noventa”, sostuvo José Pablo Feinmann en “Con algunos, ni tres pasos”. También analizaron el tema Luis Bruschtein (“Los otros perdedores”), Mario Wainfeld (“Un rotundo cable a tierra”), Eduardo Aliberti (“Cahu, sólo casi), Washington Uranga (“Pensar más allá”) y Emanuel Respighi (“Cada pantalla atendió su propio juego”).

En La Nación, sin embargo, trataron de deslizar explicaciones que no se apartaran del marco de su propia intencionalidad editorial, sin hacerse cargo de nada y apelando, una vez más, al mito de la objetividad.

Así salieron al ruedo Morales Sola, Obarrio, Pagni, entre otros, esta vez para crucificar a la oposición, recriminándole la falta de unidad y la incapacidad para construir una alternativa al kirchnerismo. No obstante, la división de la oposición no fue el único argumento esgrimido para interpretar el 50,07 por ciento de los votos que obtuvo Cristina, a pesar de todas las operaciones sistemáticas ejecutadas por Clarín, La Nación y otros medios hegemónicos. Para La Nación, concretamente y más allá de las diversas formas de decirlo entre página y página, los ciudadanos votaron “con el bolsillo”.

Un solo columnista apeló a la honestidad intelectual, pasando casi desapercibido entre las sábanas y la falsa imparcialidad del matutino. “La sociedad no come vidrio, ni invenciones mediáticas (…) Por eso la Presidenta ganó en los tres grandes distritos donde perdió hace poco: Capital, Santa Fe y Córdoba. La Presidenta ganó por todo eso y el significado es que tenemos una democracia cada vez más sólida”, concluyó Mempo Gardinelli el 15 de agosto.

El periodista no hizo referencia a ningún medio en particular, pero la frase reconoce un comportamiento antidemocrático que ya no es capaz de resistir el derecho de una ciudadanía ávida de pluralidad de voces, diversidad de opiniones y equilibrio informativo.

Ni el tiro del final les salió

Por Víctor Ego Ducrot
Director de la Red de Observatorios Universitarios de Medios

Ni el tiro del final, como dice el tango, le salió al Grupo Clarín, y si le salió, indudablemente fue por la culata, porque, horas antes de los comicios que le dieron una victoria aplastante a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la batería de agresiones orquestas desde su bunker de producción simbólica, que tiene larga y profunda data (ver los últimos informes de nuestra Red: Elecciones presidenciales 2011 ), intentó una suerte de soñada estocada artera (ver diario Clarín del 18-08-11: “Revelan espionaje oficial sobre políticos y dirigentes”). Sin embargo, la ciudadanía dio su veredicto conforme lo establece la ley y no bajo las consignas que pretende marcar a fuego sobre la conciencia colectiva de la sociedad el entramado corporativo.

Esa última afirmación fue resaltada el día lunes 15 por Tiempo Argentino: ver “El gran derrotado no es Duhalde o Alfonsín, sino Magnetto”, por Víctor Hugo Morales; “Se acabaron las palabras”, por Hernán Brienza; y “El logro es de Cristina”, por Roberto Caballero. Ese mismo día, el siguiente a las elecciones primarias y obligatorias, en la que una sola de sus protagonistas, la jefa de Estado, dio muestras de su capacidad de interlocución con el entramado social, Clarín intentó ser cauto (el aluvión de votos los paralizó): ver “Rotundo apoyo a Cristina y alta participación electoral: la candidatura de la Presidenta obtuvo el 50 por ciento de los votos y dio un firme paso para su reelección. La oposición mostró en las urnas su marcada fragmentación. Votó el 77 % del padrón”, por Walter Curia.

Sin embargo, uno de las más empinadas plumas al servicio de la estrategia del Grupo, Eduardo Van Der Kooy, no pudo contra su estirpe. En su columna del día después (“El mejor escenario para Cristina en su búsqueda de la reelección”) continuó transitando las cornisas de la desvalorización y del insulto a la líder del oficialismo (“…a la Presidenta no le ha pasado el estado de gracia política al que fue llevada por la súbita muerte de Néstor Kirchner (…). Pero queda instalada la duda de cuánto tiempo logrará conservar esa cordura (…)”.

El tiro por la culata del grupo oligopólico encabezado por sospechosos de comisión de crímenes de lesa humanidad (Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto) pone escena de teoría aplicada un principio que enuncia el modelo Intencionalidad Editorial, utilizado por los Observatorios que componen esta Red. El mismo postula lo siguiente: la capacidad de eficacia de los medios de comunicación como disciplinadores de las conductas sociales es inversamente proporcional a la fortaleza con que irrumpen en la escena tangible los sujetos y los actores que le dan vida y encarnadura al entramado cultural sobre el cual la producción simbólico mediática interviene.

Podemos ensayar entonces que, ante su dependencia respecto de la existencia y acción de sujetos y actores tangibles, la tradición del periodismo hegemónico, de un alto grado de eficacia para producir y reproducir sentidos en orden a la naturaleza de los intereses de clase al cual ese periodismo responde, como componente orgánico de los grupos dominantes, demuestra que esa eficacia sólo es registrable en la medida en que el sistema de producción de contenidos oculte su parcialidad (sus intereses), convirtiéndolos en “intereses universales”, mediante la invocación de una falsa objetividad mitificada; o bien, en los escenarios en los que la sociedad crece en densidad y volumen democrático, el tal sistema apele a la honestidad intelectual-operativa y a enunciar con claridad cuál es su parcialidad, su posicionamiento editorial, mediante la selección de agenda y voces o fuentes y a través de las gramáticas o modos discursivos.

En el marco de la experiencia argentina desde 2003 a la fecha –proceso de inocultable densidad democrática- el Grupo Clarín y sus socios del oligopolio mediático no pueden emplear los mecanismos de conversión de un interés particular en interés universal, ni tampoco adoptar los criterios de honestidad intelectual-operativa que las circunstancias históricas reclaman. Así, queda en evidencia que esa trama comunicacional es actora directa, y de peso hegemónico, en la puja por el poder, no ya expresando posiciones de determinados grupos u actores, sino los suyos propios. El principio interpretativo de los limites en materia de eficacia mediática como disciplinadora social – sintetizado en párrafos anteriores – se registra, hasta ahora, con una vigencia incuestionable, podríamos afirmar que, a Clarín, ni el tiro del final le va a salir.

Pero no vale la pena tener demasiadas expectativas en torno a la posibilidad de un acto reflexivo por parte de los monopolios. En momentos en que este artículo llegaba a su fin, el canal de noticias TN (a las 21.15 del día 15 de agosto de 2011) difundía en forma machacona una suerte de “día de furia”, al cubrir una demanda callejera en el distrito bonaerense de Morón, en reclamo de seguridad. TN construyó la información apelando a la mención de delitos cometidos en días anteriores, insistiendo con la imagen del auto baleado de una de las víctimas.

No es este el espacio capacitado para analizar cuestiones de seguridad, sí para revisar cuál es el procedimiento de los medios y del proceso de criminología mediática que tanto mal le hace al conjunto de la sociedad. No hay caso, los oligopolios de la palabra son incorregibles.

sábado, 13 de agosto de 2011

El discurso único en medio de la contienda electoral


Envalentonados por los comicios de la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, los diarios del corporativismo mediático redoblaron su apuesta antikirchnerista para alentar las esperanzas de una oposición desarticulada.
 
El sexto informe de la Red de Observatorios Universitarios de Medios, realizado sobre el seguimiento de los diarios de mayor influencia de todo el país entre el 16 y el 31 de julio, revela que las diferentes piezas del conglomerado oligopólico van cerrando filas en torno a un discurso monolítico con la intención de licuar el respaldo popular de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.


En este nuevo estudio se pudo constatar una profundización de las operaciones orientadas a crear un escenario nacional a la medida de la oposición al kirchnerismo, sobre todo a partir del balotaje porteño y los comicios provinciales de Santa Fe y Córdoba.

Los pilares para montar tal escenario fueron similares en el conjunto de los casos observados, que llegaron a recurrir incluso a mecanismos violatorios de toda profesionalidad periodística, como se registró en las coberturas del diario mendocino Los Andes, que pertenece al grupo comandado por Héctor Magnetto.

El buque insignia de ese mismo holding, el diario Clarín, tampoco tuvo reparos a la hora de avanzar con su “intención desestabilizadora” y tratar de “universalizar su propia parcialidad al hablar de una sociedad que busca un cambio que aparte al país del proyecto propuesto por el gobierno nacional”.

Se trata, según el informe, de “una realidad creada que apunta a generar en el electorado la sensación de que el kirchnerismo va perdiendo peso político y de representatividad”.

El matutino porteño La Nación también optó por presentar a un oficialismo “en plena decadencia” y “sin implicancia de gestión alguna”.

“La gran operación de la quincena –agrega el informe- queda manifestada en la nacionalización de los procesos electorales de la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba” y la construcción de un imaginario que el propio medio denomina “ola antikirchnerista”.

En este sentido, se advierte que las reflexiones editoriales de La Nación “están orientadas a considerar la expresión del electorado en contra del modelo nacional, manipulando las descripciones de las diferentes situaciones provinciales”.

La Capital (Rosario), en tanto, se “esfuerza por dar una impresión de ‘objetividad’, asentada en la construcción de títulos con citas directas”, pero lo que en realidad subyace tras la observación es “un posicionamiento editorial que inclina su balanza de manera desproporcionada hacia el binnerismo”.

Otro diario santafesino, El Litoral, puso en juego todos los métodos a su alcance para debilitar la figura de la Presidenta, así como su candidatura a la reelección; mientras que el matutino UNO, de Mendoza, “refleja una imagen desvencijada del kirchnerismo tras las derrotas en los comicios de Capital y Santa Fe”.

El informe concluye con un detallado relevamiento de la manipulación informativa por parte de El Tribuno, de Salta, contra los principales vectores del oficialismo a nivel nacional.

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